Cómo adaptar un edificio de viviendas para personas con movilidad reducida 

Crear comunidades de vecinos verdaderamente inclusivas supone diseñar entornos donde cada residente o visitante pueda moverse con dignidad, autonomía y comodidad. Al adaptar edificios de viviendas a personas con movilidad reducida, no solo eliminamos barreras arquitectónicas: construimos entornos que mejoran la convivencia, la seguridad y la participación diaria.

Accesos y entradas

La entrada del portal es el punto de contacto inicial con el edificio, y debe reflejar calidez, apertura e inclusión. Las rampas de acceso deben tener una pendiente máxima del 8 % y un ancho mínimo de 1,20 m para permitir el paso de sillas de ruedas, carritos o personas con bastón. Siempre que sea posible, se aconseja incluir descansos intermedios para evitar la fatiga al subir rampas largas.

Las puertas automáticas son una solución ideal para comunidades comprometidas con la accesibilidad. Si no es viable su instalación, las puertas manuales deben abrir hacia afuera, medir al menos 85 cm de ancho y contar con tiradores ergonómicos situados entre 80 cm y 120 cm de altura. Además, la fuerza necesaria para abrirlas no debe superar los 2,5 kg.

El pavimento debe ser antideslizante, nivelado y sin desniveles superiores a 2 cm; en caso contrario, se debe instalar una pequeña rampa de conexión. También recomendamos que cualquier rejilla o rejilla de drenaje tenga aberturas inferiores a 1,3 cm para evitar que se atascasen las ruedas de las sillas.

Conexión con garajes, trasteros y áreas comunes

Las zonas que suelen pasar inadvertidas, como lo son el acceso al garaje, trasteros o zonas de bicicletas, son fundamentales para una movilidad plena. Su adecuación implica mucho más que un pasillo despejado: requiere una circulación fluida y accesible.

Debe garantizarse un ancho mínimo de 1,20 m, idealmente 1,50 m, en estos transitados espacios. Las puertas de trasteros o acceso al garaje deben seguir criterios similares a los del portal: apertura cómoda, tiradores accesibles y mínima resistencia al empuje o tracción.

Cuando sea viable, instalar iluminación automática mediante detectores de presencia mejora notablemente la experiencia en estas zonas: elimina la necesidad de buscar interruptores y aporta mayor seguridad, especialmente durante la noche. Además, señalizar los espacios con contraste cromático, para las personas con visión reducida, contribuye a orientarse de forma autónoma y segura.

Circulación vertical

En comunidades de propietarios, el ascensor es una pieza clave de la accesibilidad. La cabina debe permitir la rotación completa de una silla de ruedas, lo que equivale a dimensiones mínimas de 1,40 m x 1,10 m, y contar con puertas de al menos 80 cm de ancho. Los mandos que se suelen situar a alturas entre 90 cm y 120 cm deben incluir números en relieve y braille, y disponer de avisos sonoros para indicar cada planta.

Si el edificio no cuenta con ascensor, una plataforma salvaescaleras puede ser una alternativa eficaz. Este sistema debe incorporar cinturones de seguridad, sensores de obstáculos y un dispositivo de emergencia. Asimismo, es fundamental que funcione incluso en caso de corte eléctrico, mediante baterías de respaldo.

Aunque no sea la opción principal para usuarios en silla de ruedas, las escaleras deben diseñarse pensando en personas con otras dificultades de movilidad o equilibrio. Es imprescindible incluir pasamanos a doble altura (sobre los 70 cm y los 90 cm), superficies antideslizantes, y escalones con huella mínima de 28 cm y contrahuella máxima de 18 cm. Además, los pasamanos deben prolongarse al menos 30 cm más allá del primer y último escalón.

Adaptación de buzones y elementos comunitarios

En los vestíbulos de los edificios, los buzones, porteros eléctricos, pulsadores de timbres y sistemas de notificación deben ubicarse estratégicamente para ser utilizables por personas en silla de ruedas o con movilidad reducida.

Los buzones deben estar dispuestos en una franja entre 80 cm y 120 cm de altura. Los porteros eléctricos o pulsadores deben tener formas accesibles y activarse con la mínima presión. Para facilitar su uso, se sugiere que los textos sean de lectura sencilla y se incluyan detalles en relieve o braille, cuando sea posible.

Además, si la comunidad dispone de ascensor o acceso mediante llave electrónica o mando remoto, es muy útil ofrecer una alternativa accesible (como lectores de proximidad a baja altura o apps móviles adaptadas) para quienes tengan dificultades físicas, visuales o cognitivas.

Tecnología y sistemas inteligentes

La domótica y los sistemas inteligentes están transformando la forma en que las personas con movilidad reducida interactúan con los edificios. Los sistemas de control por voz permiten operar luces, climatización, puertas y ascensores sin necesidad de contacto físico. Estas tecnologías son valiosas para personas con limitaciones en la movilidad de brazos y manos, ofreciendo un nivel de independencia que antes parecía inalcanzable.

Las aplicaciones móviles específicas para edificios pueden proporcionar navegación interior paso a paso, similar a un GPS, pero adaptada para rutas accesibles. Estas apps pueden indicar la ubicación de ascensores, baños accesibles, plazas de aparcamiento reservadas y rutas alternativas en caso de que algún elemento esté fuera de servicio.

Los sensores inteligentes están transformando la experiencia del usuario al anticipar necesidades y ajustar automáticamente el entorno. Con puertas que se abren al detectar el acercamiento de una silla de ruedas, ascensores que se posicionan automáticamente en la planta baja durante horas pico o sistemas de iluminación que se adaptan a las necesidades específicas de personas con baja visión.

Para implementar estas adaptaciones para movilidad reducida, necesitas una estrategia completa que considere las necesidades específicas de cada usuario. Y es que, cuando combinamos diseño cuidadoso con tecnología avanzada, creas espacios que verdaderamente celebran la diversidad humana y permiten que cada persona participe plenamente en la vida comunitaria.

Estrategia integral y participación vecinal

Adaptar un edificio de viviendas no solo implica realizar obras: es necesario contar con una estrategia global que incluya planificación, financiación, y la implicación comunitaria y el seguimiento.

  • Planificación personalizada: cada edificio es único. Es necesario evaluar las necesidades concretas de las personas que viven en él para priorizar las soluciones.
  • Apoyo económico y técnico: el Programa “Sin Barreras” de Fundación MP ofrece ayudas específicas para reformas de accesibilidad en comunidades de propietarios.
  • Sensibilización vecinal: organizar sesiones informativas o distribuir materiales divulgativos sobre la importancia de la accesibilidad, fomenta la comprensión y el compromiso.
  • Seguimiento y mantenimiento: una vez implementadas las mejoras, se requiere supervisión periódica para asegurar que los dispositivos (rampas, botoneras, iluminación, ascensores) se mantengan operativos y útiles.

Al combinar diseño cuidadoso, tecnología avanzada, recursos económicos y participación vecinal, se logra crear edificios donde vivir en comunidad es una experiencia más digna, compasiva y autónoma.

En Fundación Mutua de Propietarios trabajamos cada día para ofrecer la mejor accesibilidad posible a personas con discapacidades con afectación a la movilidad o personas de edad avanzada. Nuestras iniciativas están centradas en mejorar la calidad de vida de las personas, mejorando la accesibilidad en los edificios de viviendas, siendo la innovación social y tecnológica un pilar, con el objetivo de eliminar barreras arquitectónicas y crear ambientes que promuevan la diversidad y la inclusión social.